sábado, 8 de agosto de 2009

El árbol de los pañuelos


LITERATURA
Libros clave de la narrativa hondureña (VII).

El árbol de los pañuelos
Por José Antonio Funes
«No sé si soy más brujo que mortal o más mortal que brujo o siquiera si soy brujo... o si soy mortal... Porque ese es mi asunto: conocer cuál mitad me dio más parte». Ésta es una de las frases que define uno de los principales temas de El árbol de los pañuelos (1972), novela del narrador y ensayista hondureño Julio Escoto (1944). El tema de la identidad ha sido preocupación recurrente en todos los ámbitos de la cultura latinoamericana. Historiadores, filósofos y literatos han tratado de explicar el ser latinoamericano a través de la búsqueda de sus propias raíces, de sus mestizajes culturales. Ésa ha sido también una tarea de Escoto a lo largo de toda su obra literaria.
El árbol de los pañuelos está basada en el argumento de la novela del hondureño Ramón Amaya Amador (1916-1966) Los brujos de Ilamatepeque (1958), donde se narra la historia de los hermanos Cipriano y Doroteo Cano, dos ex soldados del unionista centroamericano Francisco Morazán, que luego de la muerte del héroe regresan a Ilama, su pueblo, para retomar el proyecto ideológico del derrotado héroe. Estas ideas chocan con dos sectores poderosos: la iglesia y las autoridades municipales, quienes acusan de brujos a los hermanos hasta lograr que éstos sean juzgados, condenados y fusilados en medio de la furia de una población fácilmente manipulada.
Escoto ubica su narración veintitrés años más tarde de este suceso, cuando Balam Cano, hijo póstumo de Cipriano y Eulalia, regresa a Ilama, convertido ya en un pueblo fantasmal, con la idea de vengar la muerte de su padre. La asignación del nombre Balam (‘brujo’ en maya) al hijo de Cipriano no resulta nada gratuita, pues de ese nombre procede el principal elemento problematizador de la novela. La búsqueda de venganza de Balam se va a convertir finalmente en su propia búsqueda a partir de ese ser en constante contradicción de sus dos procedencias (El Balam brujo, indígena; y el Cano, español). En este sentido, resulta también alegórico el énfasis que hace el narrador en la vocación cristiana de Eulalia y la cualidad de brujo de Balam, lo cual plantea un conflicto latente de carácter no solamente religioso, sino histórico-cultural. De hecho, vale señalar que Ilama pertenece a la zona de Honduras donde hubo mayor asentamiento indígena y donde los españoles a través de la evangelización y la colonización ejercieron una fuerte influencia.
El árbol de los pañuelos se vale de la anécdota sobre la muerte de los hermanos Cano como un motivo para construir un discurso rico en símbolos y haciendo uso de las técnicas narrativas modernas (ruptura del discurso lineal, monólogo interior, intertextualidad, ambigüedad entre el mundo onírico y el mundo real). Un elemento intertextual bastante visible es, hasta cierto punto, el paralelo entre la búsqueda de Balam Cano y Juan Preciado y entre el ambiente de Ilama y Comala. Sin embargo, estos sólo son algunos motivos que retoma Escoto de Juan Rulfo, pues El árbol de los pañuelos tiene sus propias señas de identidad y su discurso no deja de ser menos polisémico. El personaje Eulogio, el loco, resulta clave en esta narración pues de su relato, a menudo caótico, surge también el cuestionamiento de la realidad, con sus ambigüedades y alteraciones. Escoto también se vale de paradigmas universales: el tema fratricida de Caín-Abel, a través de la relación Balam y Eulogio; el mito del complejo de Edipo, en la unión simbólica entre Balam Cano y su madre Eulalia.
Afirmar que El árbol de los pañuelos se limita a indagar en el tema de la identidad sería limitar sus múltiples sentidos. El mismo autor ha dado las pistas sobre la intención de su novela: «… hay introspección, búsqueda de las motivaciones, de las causas, de los orígenes de las reacciones del ser humano». Es decir, Escoto va más allá del problema de la hondureñidad, pues a través de la particularidad de Balam-Cano, un ser humano complejo, problemático, tiende lazos hacia el planteamiento de problemas más universales: el fanatismo, la violencia, la intolerancia, la lucha entre el bien y el mal, el mestizaje, el ser humano y la eterna búsqueda de sí mismo.



Cervantes.es
Martes 31 de Marzo, 2009

domingo, 19 de julio de 2009

Oscar Acosta


Poeta, político y diplomático hondureño nacido en Tegucigalpa en 1933.
Residió en Perú desde 1952, donde dio a conocer sus primeras producciones poéticas alejadas del estilo costumbrista dominante hasta entonces en su país. Su primera publicación fue Responso poético al cuerpo presente de José Trinidad Reyes en 1955, seguida luego por Poesía menor en 1957. Residenciado de nuevo en Honduras, continuó su carrera literaria con Tiempo detenido en 1962, Mi país en 1971, y sus antologías Selección 1952-1965 en 1965 y Selección 1952-1971 en 1976.
Cultivó el teatro y la crítica literaria dirigiendo las revistas Honduras Literaria y Extra de Tegucigalpa.
Fue el primer director de la Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y fundó en Tegucigalpa la Editorial Nuevo Continente. Es además miembro de número de la Academia Hondureña de la Lengua.
En 1960 recibió en Nicaragua el Premio Rubén Darío, y en 1979 el Premio Nacional de Literatura Ramón Sosa de Honduras. © fuente: amediavoz.com/acosta.htm
Colección de poemas: http://www.artepoetica.net/Oscar_Acosta1.htm

martes, 7 de julio de 2009


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PORTAL DEL INFIERNO

MATA O MUERES

MarioBerrios

Los Pájaros de Belén, se llega a tener la impresión de estar ante una novela policíaca. Pareciera, en determinado momento, que se confundieran ficción con realidad. Pero no. Es un auténtico testimonio de la podredumbre de los actores y entes encargados de impartir justicia en nuestra sociedad y, a la vez, un reflejo de la dignidad y la virtud del agente investigador y el juez que aún en el fango, no se contaminan: florecen.
Es un relato de historia real, de búsqueda, de sobresalto, de persecución, de golpe tras golpe al bajo mundo, de reveses y éxitos de la policía, de destrucción y de muerte de la más peligrosa banda de secuestradores de la que haya operado jamás en Honduras, la tristemente célebre pandilla de los siete hermanos Bustillo Padilla.
Los Pájaros de Belén es un dedo en la llaga. Señala méritos y virtudes. Devela el rostro de corruptos y corruptores. Pone a cada quién en su lugar. Registra cobardías debilidades y picardías de los que en su momento doblaron la columna ante el crimen organizado. El libro consigna la audacia de los hombres y mujeres auténticos, de alta moral, de esos que no flaquearon ni flaquean nunca ante el fajo de billetes bajo la mesa o ante el temor de una arma matrera en su sien.

Los comandantes
El enfrentamiento durante más de tres décadas (1960-1990), entre subversivos y fuerzas de seguridad, sembró en todos los países latinoamericanos un escenario de muerte que prácticamente cercenó las aspiraciones legítimas de la sociedad. La enemistad infundada entre guerrilleros y militares dio como resultado un pacto a la inversa cuyo lema parecía ser no dejar rastros entre unos y otros. Esta guerra fría que, a la vez, era guerra sucia, tuvo sus protagonistas y anti héroes, muchos perdieron la vida creyendo que así ganaban la gloria, y otros perdieron el juicio pensando que se trataba de una hazaña patriótica. Este libro nos demuestra, desde la óptica de un ex militar hondureño, que la contienda política-ideológica se tornó sangrienta debido al sectarismo de los bloques contendientes al emplear formas de lucha erróneas. Por fortuna, los nuevos acuerdos democráticos, parecen mejor alternativa que derramar la sangre en el vacío, y como dice Mario Berríos, en su obra Los comandantes: “algo de paz entregamos a las futuras generaciones, de aquel tiempo a este, poco espacio queda para los corruptos en las fuerzas de seguridad y esferas del gobierno, y muchas amenazas han desaparecido”.


Un payaso en el delito
La presente obra constituye un verdadero y auténtico relato de la génesis y ocaso de un delincuente, su virulenta vida matrimonial con el delito; es una tenaz búsqueda de las condiciones generadoras del mal y del bien. Es esta una obra llena de las aventuras, el ingenio y la energía de una persona que intenta lograr la realización de su vida haciéndolo de la peor manera: con el delito a sus espaldas.
Un camino que inobjetablemente conduce por el túnel de la desgracia. Un largo y tortuoso pasillo hacia el desprecio y la infelicidad, hasta donde, incluso, se pierde el amor, la fidelidad y el respeto de sus seres amados: amigos, padre, madre y hasta de los hijos.
¿Es la institución de la familia protegida debidamente por el Estado? ¿Es la educación pública accesible y adecuada para todos los ciudadanos?. ¿ Están debidamente capacitados los miembros de las instituciones responsables de impartir justicia? ¿Proporcionan los padres el cuidado y la catadura moral necesaria a los hijos desde la infancia?. ¿ Es el hombre bueno y se hace malo? ¿Es el hombre malo y a ratos bueno? Conozca esta historia y juzgue las posibles causas y respuestas a estas interrogantes. Conozca este personaje producto de nuestra "suciedad" que pretendió una vida mejor. Un guasón que repitió incansablemente las acciones más aborrecidas: el mal al prójimo. Que usó su extraordinario ingenio para la maldad y no para el bien.
Es su historia una paradoja. A veces haciendo el mal y a ratos; el bien......Sus aventuras, humor, picardía, erotismo cómico y sus delitos finalmente le llevaron al exacto espacio que se merecía en las prisiones; una celda y también su propia condena y posterior arrepentimiento.
Inicia su vida siendo un hijo abandonado a la suerte por su madre luego de una tortuosa relación con un hombre que la engaña y la maltrata. Su vida de pequeño transcurrió entre las miserias de un lugar y de su putativa madre que poco o nada podía darle. Nunca pudo tener ninguna comodidad y los juguetes que miraba en otros niños fueron siempre una utopía, un sueño que nunca vería hecho realidad. Siempre fue sumiso con su madre y se tragó - como alimento - día a día los insultos y castigos de su "progenitora". Desde su infancia trabajó incansablemente para ganarse el sustento diario y también para darle un poco de satisfacción a su familia. Hizo reír y gozar a cuanta persona tuvo en su camino y aún conserva la atracción por hacer feliz a sus semejantes. Aprendió desde su puerilidad - que en la escuela de la calle - y para sobrevivir en la selva de este mundo se requiere de mucho trabajo y sacrificio; pero también de ciertas acciones que a veces son imperiosas para mantenerse con vida: matar si es necesario.
Sus aventuras le llevaron por diferentes batallones y por último a la unidad élite del ejército de Honduras, las gloriosas Fuerzas Especiales, donde, luego de participaciones intrépidas, dejó una huella de héroe deformado y alumno descarriado ya que utilizó los conocimientos adquiridos para hacer el mal y no para el bien.
Los episodios delictivos lo arrastraron en una cadena de ilícitos por toda Centroamérica, especialmente en El Salvador y Honduras, países donde burló la justicia incesantemente con la complicidad de muchas autoridades militares, policiales, judiciales y empresarios. Acaparó liderazgo en toda banda delictiva a la que se unía, especialmente las que se dedicaban al robo de vehículos, asaltos, tráfico de armas y hasta degradarse vertiginosamente involucrándose en fechorías de drogas. Rápidamente formó sus propios grupos de acción ilícita hasta en el interior de los presidios en donde encantaba a todos los presentes y logró la solidaridad y aceptación de sus compañeros con sus actuaciones artísticas ante el asombro de la población penitenciaria; también poseía una gran astucia que le permitió salvar la vida en múltiples atentados que en su contra experimentó a lo largo de su carrera delictiva. Allí mismo conoció en carne propia el rostro de la más despreciable corrupción..
El amor por la acción armada lo arrastró hasta montañas y lugares urbanos ocultos donde convivió con guerrilleros del FMLN de El Salvador y en cuyas campañas dejó un legado de valor e igualmente de inquebrantable desprecio por los hombres que hicieron de la revolución, un negocio.
No le bastó una mujer, ni dos, ni tres. Mantuvo relaciones amorosas con un sinnúmero de féminas a las que terminaba por cansar debido a las constantes y prolongadas ausencias en los seudo hogares que formaba y sus hijos poco o nada le conocieron.


Vía crucis de un secuestro
Este es el relato de la zozobra que experimentó una familia hondureña a causa del secuestro de uno de sus hijos menores, de apenas seis años de edad; hecho cometido por una de las bandas criminales que por esos días azotaba al país.
El relato testimonial del autor nos motiva a revivir aquella trágica experiencia y, de hecho, hace que vivamos in situ y en carne propia, el sufrimiento a que fue sometida la familia.
El lector conocerá: el martirio psicológico, la incertidumbre de no volver a mirar con vida al niño, el ingenio de un grupo de amigos y colaboradores del núcleo familiar que se juegan - durante su gestión- la vida del menor como en una partida de ajedrez, donde un mal movimiento puede ser fatal y, las conspiraciones que germinan nos ofrecen innumerables momentos de suspenso, dolor y agonía; al estilo de las mejores tramas novelescas.

Además de ser un libro extraordinario por todo su contenido real y de perfil criminológico, puede ser utilizado como un texto de consulta en casos de secuestros, negociaciones con secuestradores y para la prevención de los mismos, aunque, parafraseando al autor: cada secuestro es como una huella digital y tiene sus propias particularidades, por lo que no pueden ser enfrentados de la misma forma.
Es un libro elaborado con lenguaje popular, a fuego lento, por lo que el público podrá disfrutar de un relato fascinante y estremecedor.


El Caimán y el Verdugo
En los textos de Mario Berríos encontramos valores ocultos que nos indican su capacidad narrativa, sin embargo alguno es tan evidente que puede dar lugar a confusiones interpretativas, porque tiene que ver con la vida misma del autor que hoy nos ocupa en la presentación de su último texto narrativo. Aquí éste prolífico autor incursiona en el subgénero de la novela policial, utilizando, quizá, para la construcción de la trama de esta historia ficticia, sus vivencias y por qué no decir sus videncias, como criminalista experto en la investigación criminal, para mostrarnos, una vez más, su talento en esa nueva faceta de actuante creador, que le ha dado valor literario a una realidad o a un momento cronológico concreto de la historia de una ciudad o mejor dicho de una región, porque si bien es cierto que en su proloquio retrata a la ciudad de San Pedro Sula como el epicentro ambiental donde se mueven los protagonistas y antagonistas de la su narración, la movilidad de los mismo abarcan el espacio de todo el valle de Sula.
En otras palabras, la novela desde el inicio nos ubica en un plano temporal físico cronológico porque el autor empieza el prefacio consignando 1992, año en que suceden los hechos narrados en esta novela. De inicio nos ubica espacialmente en San Pedro Sula, y sin andar con rodeos nos mete en una historia donde predomina un realismo descarnado, de tal manera, que el lector siente las emociones y sentimientos de los personajes a medida se va introduciendo en las páginas de este texto y logra darse cuenta del sufrimiento de la joven Marissa Escambray Castillo, raptada por un enamorado de ojos, despechado, para luego ser vendida por Lps. 3.000.00, a un proxeneta, quien la obligará a ejercer la prostitución en el valle de Sula, proponiéndosela a algunos hombres potentados que buscan saciar su animalidad con jóvenes vírgenes.
Después de varios días de permanecer encerrada en el burdel El Caimán de la ciudad de El progreso, la joven Marissa Escambray Castillo es liberada por el teniente Miguel Castelmar con la ayuda del colaborador y amigo de confianza Marcelo Polanco, los agentes especiales de inteligencia Pedro Pablo, Marvin Baiza, Roberto Bandolón y un curtido agente de la DNI llamado Santón. Para rescatar a la joven tienen que penetrar valientemente en el burdel El Caimán, propiedad del proxeneta Atanasio Galo Diez, éste es un excadete de la Academia Nacional de Policía, de donde fue expulsado en 1985 por fraude académico. Y luego destituido, por distribuir y consumir marihuana, con baja deshonrosa, del Centro de Instrucción Policial en 1986, en estos lugares era conocido con el mote de Tomahawk. Después se convirtió en pupilo de Nelly Leva. Atanasio Galo Diez, ahora lo conocemos como "El verdugo" peligroso delincuente que finalmente se convierte al evangelio y el local donde funcionó el burdel El Caimán ha sido convertido en una sala de oración y recogimiento espiritual.

El Caimán y el Verdugo nos hace una descripción realista de la vida en un burdel, “Donde los proxenetas venden cuerpos femeninos y se enriquecen con el sufrimiento, honor dignidad, hambre y dolor de muchas mujeres”. Nos presenta un ambiente objetivo que podemos captar sensorialmente, y se llama por su nombre a los lugares para todos nosotros conocidos, por ejemplo: "Castelmar ha finalizado su reconocimiento de áreas en la ciudad de La Lima. Arranca su vehículo y se dirige hacia la salida de la localidad, llega al desvío de Chotepe…”. "Marcelo Polanco comenzó temprano su recorrido por los burdeles de San Pedro Sula".
La novela nos presenta un cuadro aterrador de la violencia ejercida contra indefensas mujeres en el interior del burdel; el miedo o la vileza de las víctimas se respira en la atmósfera, la muerte es omnipresente, forma parte del ambiente. Sin embargo en el operativo de rescate no se produce baja mortal alguna, se realiza un rescate inteligente, sesudo, se resuelve el caso haciendo uso del intelecto, sin combatir el crimen cometiendo otro crimen, sin enfrentarse al lobo convirtiéndose en lobo, y en este sentido puedo decir que es una innovación al subgénero de la novela policíaca, novedad porque se aleja del caso oscuro, laberíntico y sin solución planteado en los cuentos del creador del género Edgar Allan Poe, de los enigmas a partir pistas y piezas que encajan en la novelas de Artur Conan Doyle, y de lo esencial de la novela negra de la escuela estadounidense, donde la muerte mancha de sangre las páginas.


MATA… O MUERES
No es la historia de Ramón Mata, es la de otro, el pergeñado en la mente del autor, en la imaginación donde todo es posible, o increíble, según se vea.
Algunos lectores pueden pensar que se trata de una historia en ficción, o que la ficción cobra realismo.
Es la otra cara, o de ver las cosas por el que escribe, su concepción de los hechos, su propia versión de esa historia plagada de traiciones y sinsabores, de asesinatos y droga entre la magia de un relato estremecedor y mágico.
Se trata del Mata que ha podido, el autor, investigar e inventar en su imaginación, que ha podido reposar en su fantasía literaria.
La tragedia de Prissi Roldán, un hombre solitario que trabaja encubierto para la DEA, que sin el amor de una mujer prefiere morir.


PORTAL DEL INFIERNO (Operación Patuca)
Es la historia de un grupo de guerrilleros comandados por el doctor José María Reyes Mata, Comandante Pablo Mendoza, del padre jesuita Guadalupe Cargney, el General Gustavo Adolfo Álvarez Martínez, el ex presidente Roberto Suazo Cordova y el ex embajador Jhon Dimitri Negroponte, el rol que todos jugaron durante el conflicto Honduras-Nicaragua en 1983, en lo que se llamó la Operación Patuca.
El autor, Mario Berríos, durante muchos años miró la preocupación, estupor y sed de la sociedad por saber qué había pasado, qué destino había tenido una fuerza guerrillera compuesta por cerca de cien hombres. Comenzando en territorio nicaragüense, penetraron en tierra hondureña en 1983, con el propósito de afincarse en lo más recóndito de las selvas olanchanas —imitando las acciones del Ché Guevara y su teoría del foquismo, como era el búm revolucionario durante la época de la guerra fría—, desde donde dirigirían el proceso de controlar y dominar territorio para luego desarrollar sus actividades armadas en contra del gobierno constitucional de Honduras, presidido por el doctor Roberto Suazo Córdova, elegido un año antes por el voto popular.
Entre esos jefes guerrilleros figuraba el doctor José María Reyes Mata “Comandante Pablo Mendoza”, el nicaragüense David Arturo Báez Cruz “Comandante Gregorio y Thompson”, exmiembro de las fuerzas especiales de los EUA, el padre jesuita norteamericano James Francis Carney, llamado también Guadalupe Carney “Comandante Mario”, y otros jefes de guerrilla, quienes fracasaron en “combate” y luego sus restos “desaparecieron”; como si la montaña se los hubiese tragado.

sábado, 6 de junio de 2009

LIBROS DE JULIO ESCOTO

Madrugada
(Centro Editorial S.R.L., 1993)

El arbol de los pañuelos por Julio Escoto
(Centro Editorial, 1991)

El general Morazán marcha a batallar desde la muerte
(Centro Editorial, 1992)

El ojo santo
(Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Editorial Universitaria, 1990)

José Cecilio del Valle
(Fundación para el Museo del Hombre Hondureño, 1990)

La balada del herido pájaro y otros relatos
(Servicios Editoriales Centroamericanos, 1985)

Bajo el almendro-- junto al volcán
(Centro Editorial, 1988)

Bajo el almendro-- junto al volcán
(Editorial Nueva Nicaragua, 1989)

Los mayas
(Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA), 1979)

Días de ventisca, noches de huracán
(Editorial Nueva Década, 1980)

Casa del agua
(Banco Central de Honduras, 1975)

Los guerreros de Hibueras
(1967)

Todos los cuentos
(Centro Editorial, 1999)

Historias de Los Operantes
(Centro Editorial, 2000)

El arbol de los pañuelos.
(Editorial Universitaria Centroamericana, 1972)

La balada del herido pájaro y otros cuentos
(Universidad Nacional Autónoma de Honduras, 1968)

El génesis en Santa Cariba
(Centro Editorial, 2006)

MADRUGADA

Julio Escoto ha escrito “Madrugada”, una novela de largo aliento con sabor histórico. En esta pausada obra el lector va a encontrar a personajes con vida propia, surgidos de la imaginación o asociados a hechos y momentos de la historia centroamericana antigua y contemporánea.

El narrador pone en boca de algunos de sus personajes el discurso de la identidad catracha y el ideal inalcanzable de lo que somos y podríamos ser como pueblo. “Madrugada” se remonta a los tiempos de la emancipación de los indígenas y de los esclavos negros. Pero no se queda ahí, sino que regresa a los tiempos de la guerrilla y Los Contra, época en la cual, como todos recordaremos, sucedieron numerosos episodios de intriga, oscurantismo, miedos y tragedias lamentables.
Hay capítulos en “Madrugada” que recrean la vida y la época en que los esclavos indígenas y negros –para mí lo mejor logrado por Escoto- que abstraen los modos y costumbres de siglos anteriores, transportando al lector al mundo de la memoria del pasado, es decir, a reconstruir la historia para redescubrir su identidad. Una de las claves de lectura de la obra que podría dar mucho de sí en una tesis.
Los personajes de ficción actúan de tal suerte que nos sorprenden a lo largo y ancho de sus enjundiosos capítulos. En los tramos en los que el narrador zurce una descripción panorámica, alcanza verdaderos hitos de la imaginación, instantes en que las palabras se vuelven bellas.
Al término de mi lectura de “Madrugada” –esto no es un juicio crítico, sino un comentario de lector- concluyo que la novela es un texto sólido y de un gran alcance a nivel de composición. El despliegue fictivo es epopéyico, al grado de que el desarrollo de la obra, su densidad y extensión, requiere de una vasta pericia y dominio del género.
“Madrugada” es una novela con genialidad narrativa y de hallazgos poéticos brillantes. Hay tramos, para mi gusto y goce en la lectura, de mucha fruición y espontaneidad que pueden ser considerados sin ambages a la altura universal del idioma de Cervantes.
En mi opinión, “Madrugada” requiere de lectores iniciados, amigos de los libros y del entretenimiento y de la buena lectura, así como de los viajes de la imaginación. A la pregunta de ¿qué es “Madrugada”? hay que decir que la respuesta no se da, se halla leyendo la obra.

por Fausto Leonardo Henríquez

ESCRITOR JULIO ESCOTO

Julio Escoto

Por Mario Argueta

Nació en San Pedro Sula (1944). Cuentista y crítico literario, además de ensayista. Obras: Los Guerreros de Hibueras (cuento). Tegucigalpa, 1967. La balada del herido pájaro y otros cuentos. Tegucigalpa, 1969. El árbol de los pañuelos. San José, 1972. Antología de la poesía amorosa en Honduras, Tegucigalpa, 1975. Casa del Agua. Tegucigalpa, 1975, Días de ventisca, noches de huracán. San José, 1980. Bajo el almendro... junto al volcán (1988), El ojo santo: la ideología en las religiones y la televisión (1990); José Cecilio del Valle: una ética contemporánea (1990). El general Morazán vuelve a marchar desde su tumba (1992). Rey del Albor, Madrugada (1993); Ecología para jóvenes de 10 a 190 años; Todos los cuentos (1999).

Premio Nacional de Literatura "Ramón Rosa" (1975). De él se ha dicho que es "probablemente el primer escritor hondureño que ha abordado la novela con un sentido claro de técnica", de acuerdo a Andrés Morris, mientras que Manuel Salinas lo considera "un narrador nato, ubicándose en la vanguardia de la moderna narrativa hondureña." Escoto ha definido al escribir "como un hombre en introspección constante, en análisis continuo, en búsqueda de algo que quizás él mismo no ve con suficiente claridad.. es solo un tipo humano diferente, no mejor que el artesano, que el niño que juega en la arena, sino con diferencias, nada más. Sus características le dan una particular visión del mundo, desde luego".

Dirige la revista literaria Imaginación y el Centro Editor, en San Pedro Sula. Máster con especialidad en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Costa Rica. Fue jefe de la Unidad de Comunicación de la FHIA en La Lima, Cortés, Jefe de la División Editorial y Técnica del Instituto Interamericano de Ciencias Agrícolas en Costa Rica. Fue Director Ejecutivo de la Revista Desarrollo Rural de las Américas; Director de la EPUCA. Premio Gabriel Miró, rama de cuento, en Alicante, España; Premio José Cecilio del Valle, rama de ensayo. Su obra El árbol de los pañuelos fue traducida parcialmente al inglés y al polaco y algunos de sus cuentos han sido en Alemania.

Galardonado durante el XII Recital de otoño (1994) en su ciudad natal. Columnista de diario El Heraldo. En su opinión, "el escritor... es en alguna forma el barómetro, el sismógrafo de la sociedad y debe aplicar su inteligencia en advertir sobre aquello que se ve o va mal para la nación. Es su función de orientador de opinión, si quiere ser honesto con sus principios, su creencia y su fe. Venderla al mejor postor es fácil, ha habido y hay tantos casos así en Honduras. Pero hacerlo es cruel, sobre todo en una comunidad tan ausente de luces, tan manipulada y prostituida, tan engañada por quienes buscan únicamente el usufructo del poder".

En opinión de Jorge Eduardo Arellano, Escoto es "el intelectual con mayor conciencia de la identidad hondureña... así lo ha demostrado en su obra tanto de creación como de pensamiento".

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Tomado del libro "Diccionario de Escritores Hondureños", de Mario R. Argueta.

viernes, 5 de junio de 2009

La clave está en el nombre

Helen Umaña

El título El Génesis en Santa Cariba implica el cronotopo central alrededor del cual Julio Escoto (San Pedro Sula, 1944) estructura el planteamiento global de su novela: Santa Cariba, la isla edénica y adánica que gesta las claves de su existencia con el propósito de ingresar —civilización mediante— a un estatus sociohistórico privilegiado que, en última instancia, colinda con la utopía. Un «cronos» que se niega a sí mismo, ya que en la isla primigenia no existe el reloj (planear su construcción es un leitmotiv que atraviesa todo el texto). Un «topos» en donde la naturaleza, para ser semantizada en consonancia con su feracidad, demanda un aluvión verbal de refinado sibaritismo lingüístico. Un espacio y un tiempo que no son entidades disociadas. Que se interpenetran y se necesitan mutuamente porque, de su relación, surge el entretejido global de las peripecias que en ella ocurren. De esa fusión depende, pues, el uso lingüístico que privilegia el autor: un barroquismo exacerbado y deslumbrante en donde predomina la metáfora, vehículo formal que, en cascada, es capaz de traducir el desborde geográfico y humano que prima en el Caribe, «monstruoso zoo del planeta, magma escénico y perol de razas, cigoto (…) de la humanidad» (123), en donde se gestan nuevos pueblos y nuevas entidades culturales. Los dos puntales estructurales (tiempo y espacio) sobre los cuales descansa el tratamiento de temas, personajes y acciones, se visualizan a través de pormenorizados detalles:

«Cariba lucía entonces un prodigioso chal de aroma a guayaba y exhalaba un penetrante aliento a infusión de anona, cuyas mónadas ingresaban a la nariz y anidaban en la cabeza volviendo a hombres y mujeres gran árbol de ramas que se buscaban, perseguían y enlazaban como si sus raíces pulpares fueran una sola congestión verbal. Pájaros de vuelos insospechados picoteaban los huertos y la imaginación haciendo del universo una maravilla inconclusa, gran tapiz, retablo feraz donde bastaba querer concebir para salir preñado. Sobre los escasos bosques dejados en pie por los contratistas de los astilleros escoceses flotaban bandadas de plumarios multicolores, garzas de parsimonia aérea, gaviotas neurálgicas, gorriones que venían y picaban los espejos y los vitrales, palomas y tijules ladrones de maíz, oropéndolas y vistosos ruiseñores útiles para nada. Carcomían mangos, frijolares y papayos, perforaban las naranjas, arruinaban los limones, desfloraban con su torpe sacudida los azahares, infestaban los aguacates y marchitaban los marañones. Era tal el ignominioso escándalo matutino que dificultaban oír, haciendo suponer la cándida concepción de que así debía sonar el paraíso» (134-135; las cursivas son mías).

«Vivíamos horriblemente obsesionados por el tiempo, lo tasábamos con las lluvias y las excrecencias del cuerpo pero carecíamos de tiempo calculado para existir y morir.» (87).

«Era la primera vez que pronunciaba en público esa palabra [reloj], la reacción no se hizo esperar.
Todavía tuve un gesto de maldad para hinchar el puntillazo.
“Un reloj” expliqué “que dibuje al corazón del día en su calco íntimo y enseñe el momento a que vamos, no sólo en que estamos… que trace con metálica voluntad el principio de la jornada, su fin y las memorias de la sorpresa y la felicidad, un elaborado autómata que no dependa de nosotros sino nosotros de él, supremo hacedor astronómico, ya no el hombre buscando el tiempo sino este viniendo a su encuentro… Máquina sobria e inteligente será esa que anuncie si nacimos o morimos, la verdadera anécdota de la existencia, la naturaleza de nuestro interior gobernada por el gran ritmo estelar (…)» (92-93).

«Hacer el reloj implicaba hundir el arado en el humus de la evolución, modificar el pensamiento mágico de la gente, liberarle la servitud mental hacia las estaciones naturales.» (289-290).

Fabricar el reloj es un acto que equivale a la invención del fuego: «El que arribara a ese acierto dominaría el mundo pues coparía en su mano el saber total: los autos echarían a andar, los aviones volarían, podría perfeccionarse el astrolabio» (86). Antropológicamente, recordando a Claude Lévi Straus, es pasar de lo crudo a lo cocido: un dejar atrás el estado de salvajismo e ingresar a la etapa de construcción de la civilización. De ahí que la historia (la fábula, propiamente dicha), no obstante el elemento de circularidad existente, concluye cuando el reloj se hace realidad:

«Fue entonces que despertó el reloj, pero ya no con tictic metálico sino con un tictac armónico y las agujas de la carátula se situaron espontáneamente arriba, una sobre otra, avivadas de magia imprevista. (…). A las doce en punto la bella máquina de nuestra más grande invención puso a cantar al cuco iluminando la esfera, trinó su tonada principal, subió un gramo la liga de contrapeso, saltó su índice mayor y señaló por vez primera la hora. “Usted debe ser dios”, rió el Praphit, que aguardaba el suceso, luego chasqueó piedra y lumbre para encender el nuevo fuego ceremonial.
Maravillados salimos a buscar la lanza de la aurora que aún no nacía y todo era calmo, las aguas se distanciaban de los cielos, cuerpos celestes se colocaban arriba o depositábanse abajo, había como un orden que intentaba acojinarse, regularse, y de despejaba la niebla queriendo enseñar lejanos vástagos astronómicos. Aún así la oscuridad reinaba sobre el océano y el Praphit, deseando adelantarse a sus predicciones, llevaba la mano a la frente cual catalejo o visera, sin desde luego culminar su intención. Entonces empezamos a oír voces, asedados vítores, graves reclamos.
“¡Tierra… tierra!”, gritaba alguien o algo moviendo pendones desde carabelas invisibles, agitando banderas pintadas en cruz, pero debía ser sólo ilusión, clamores de una lengua virgen que aún no sabíamos interpretar.» (399-400).

Inclusive, la invención del reloj sugiere el instante del inicio del tiempo, el minuto explosivo del Big Bang, ya que, en Santa Cariba, se produce un movimiento cósmico: las esferas celestes se reacomodan; las aguas se separan. Entrelíneas, o como subtexto, tanto la mecánica cuántica como los viejos relatos míticos sobre el origen del universo. La alusión al fuego nuevo implica una conexión con el mundo indígena mesoamericano, especialmente con el pueblo maya, una de las civilizaciones que hizo del cómputo del tiempo el eje en torno al cual giraba su existencia. Asimismo, no hay que olvidar que las resonancias bíblicas son un aspecto presente en el título de la novela y apuntan hacia otro ingrediente básico: la cultura judeocristiana insertada en el Caribe. Justamente, el nombre de uno de los personajes principales es Adán Recamier, ser dotado de otra característica muy significativa: su carácter bisexual que quizá aluda al ser humano primigenio que, en la mitología clásica, era hermafrodita y de quien, al partirlo, se originaron el varón y la hembra. En alguna medida, otro símbolo de la cultura europea insertada en América. Agréguese, a ello, la inclusión del célebre grito de Rodrigo de Triana, referencia al descubrimiento del Nuevo Mundo, disyunción histórica que cambió el destino de Santa Cariba; vale decir, de América Latina, horizonte geográfico y cultural que Julio Escoto nunca pierde de vista (de ahí la alusión a Salvador Allende y a otras situaciones o personajes históricos). Indicios dándose en amalgama; interpenetrándose mutuamente, tal como, con relación a grupos étnicos y culturas, ocurre en el Caribe. Estamos, pues, frente a una novela que rebasa lo local hondureño para plantearse el complejo y nunca dilucidado tema de la identidad al sur del río Bravo. La novela deja atrás el reduccionismo nacionalista y pone sobre el tapete la heterogeneidad (étnica y cultural) de un territorio más amplio: caribeño, en primera instancia y latinoamericano en un sentido más abarcador. Ciencia, Historia, mito e imaginación como ingredientes básicos de una obra absolutamente metaliteraria: parodia global de los grandes relatos fundacionales de los diferentes pueblos. Para Umberto Eco «Escribir una novela es una tarea cosmológica, como la que se cuenta en el Génesis» (26). Julio Escoto, en clave carnavalesca, rubrica tal aserto.

La construcción del reloj se consigna en las dos últimas páginas de la novela. Por esta razón, se justifican las dislocaciones temporales, el aparente caos y las mezclas más dispares en las 398 que las preceden. La opción formal asumida está, pues, cargada de sentido. La falta de un ordenamiento cronológico y el discurso textual elegido devienen en una gran metáfora cuyo objetivo es traducir, por connotaciones, la complejidad del mundo caribeño:

«Lo que sucedía en Cariba carecía de nombre, reflexionó sabiamente, (…) Pero lo importante no era la náutica sino la metáfora: el hombre únicamente se allegaba a sí mismo por la metáfora y ese gran tropo, oxímoron cuántico, era que constituíamos un tejido tal que rompiéndose uno se desbarataba el otro; halando un extremo acortábamos al anterior, toda acción de nuestra parte repercutía en la siguiente: odios, pasiones, merecimientos y negaciones debían ser cuidados porque flotaban en deuda en el espacio interior.» (139-140).

El oxímoron cuántico. Reunir en el mismo sintagma elementos que de hecho se excluyen pero que, al unirse, dan origen a una nueva realidad. Ni lo uno ni lo otro sino algo cualitativamente distinto. Además, el adjetivo (cuántico), en combinación con otros indicios, remite a un subsuelo conceptual de vértigo: el principio de incertidumbre y la teoría de las probabilidades que, en sí mismas, conllevan las ideas del caos, de la paradoja y de la contradicción. Así, en el terreno de la materia (y, por extensión, en cualquier orden de ideas), no hay nada seguro y existen aparentes absurdos que atentan contra el sentido común pero que están ahí, desafiando los principios de la física tradicional. Ese desorden ordenado —desconcertante y plagado de contrarios— que ha dejado al descubierto la cosmología contemporánea gravita también en el espacio interior del ser humano y, por ende, en su reflejo: la literatura. En otras palabras, a nuestro entender, la pretensión del autor llega a niveles de cala profunda: abarcar, atrapar, mediante la metáfora —vale decir la literatura—, el secreto de un cosmos: Santa Cariba que luego evoluciona a Cariba. En progresión simbólica, nada nos impide pensar que la hipotética región bien puede representar al universo. De nuevo, Eco viene en nuestro auxilio: independientemente de la intención consciente del autor, cada texto «produce sus propios efectos de sentido» (13).

La búsqueda de una fórmula adecuada para expresar ese probable sustrato conceptual condujo a Julio Escoto a las ricas posibilidades de la literatura grotesca, entendiendo esta palabra en su alto sentido estético y cuya manifestación más destacada, en el campo novelístico, la determinó, con lucidez extraordinaria, el teórico ruso Mijaíl Bajtin cuando planteó que, en algunos textos medievales (recuérdense las danzas de la muerte o el Diálogo de don Carnal y doña Endrina…) y en otras formas de la antigua literatura clásica, se observaba lo que llamó la «carnavalización» de los relatos, un mecanismo de expresión de la cultura popular que huía, mediante una serie de recursos ad hoc, de la norma rígida y unívoca de los patrones genéricos consagrados por la tradición culta europea.

Durante el carnaval, la gran fiesta del atracón de bajo vientre que supuestamente abre un período de austeridad carnal, todo puede suceder: disfraces y máscaras que esconden o difuminan a las personas; supresión de divisiones sociales; desborde de todos los sensualismos; desacralización momentánea de la vida; burlas y juegos contra cualquier autoridad establecida y despliegue —sin cortapisas— de la fantasía e imaginación. Trasladando ese amplio espectro de posibilidades a la novela —el relato carnavalizado—, el resultado puede desconcertar al lector no avezado o al que todavía se rige por patrones miméticos.

El autor, en el trazo de la obra que propone, carece de límites. En El génesis…, se invierten las situaciones (el anunciado Mesías resulta ser una mujer); se deja de lado la rigidez racional que para todo demanda una explicación (en Cariba ocurren los hechos más insólitos como Alfonsina Mucha pintando su amor en cualquier espacio vacío; existencia de cabinas telefónicas aunque se carezca de sistema telefónico…); los cambios y las rupturas más imprevistas «degradan» las situaciones solemnes (el cura Casto Medellín, después el inmenso placer desflorando a Selva Madura, para aplacar su complejo de culpa, con un martillo se destroza el pene que, previamente, ha colocado sobre una piedra; logradas descripciones del acto sexual en donde una frase, colocada como al desgaire, lanza la situación hacia el terreno de la risa y, con ello, destruye el efecto erótico…); se proscribe el acartonamiento y la seriedad (de ahí, la ironía, el humorismo, la parodia y lo hiperbólico); se privilegian las acciones burlescas (las sandías estibadas en la playa se confunden con municiones de reglamento); se practican las mezclas más dispares (en el mismo párrafo conviven diversos niveles de lengua, oposiciones y antítesis); se juega con las circunstancias más dispares (lo sacro y lo profano, lo solemne y la burla, lo sabio y lo estúpido, lo heroico que deriva o remata en lo prosaico); el tiempo y el espacio se liberan de la causalidad y de la linealidad (razón de los anacronismos) y el color local (vr. gr., la inserción de hondureñismos y del llamado «caliche» o jerga al más bajo nivel social) va de la mano con el planteamiento universalista (las elucubraciones sobre el tiempo o el amor). Cada elemento recreado con un sentido lúdico del cual deriva el constante tono de farsa que destruye la verosimilitud mimética (suprema aspiración de la novela realista) y provoca el distanciamiento afectivo del lector respecto de los personajes. Por esta razón no nos conmovemos con la muerte de Alfonsina Mucha; con el fracaso de Salvador Lejano o con el vacío amoroso en que se resuelve la vida de Selva Madura. Escoto evade el sinfronismo y no propicia, con relación al lector, la identificación o empatía con los personajes, a los que no se siente «de carne y hueso» (como percibimos a Don Quijote, Sancho Panza, Otelo, Hamlet, Juan Pablo Castel o Pedro Páramo). Julio Escoto, no obstante la pasión por la palabra en sí que domina en toda la obra, enfrenta el hecho anecdótico con frialdad cerebral. Con distanciamiento. Una especie de saña intelectual con la cual le juega la vuelta al lector y lo «baja» de cualquier entusiasmo erótico o ideológico que pudiese despertar el texto. En otros términos, en ningún momento, dramatizó situaciones o explotó el sentimentalismo. De haberlo hecho así, él mismo hubiese dinamitado la intención carnavalesca.

El Génesis en Santa Cariba es un mundo cerrado en sí mismo. Coherente desde los parámetros que ella misma —como idiolecto que es— establece. Una novela de difícil clasificación pero que camina a la par de las mejores muestras de la novelística centroamericana actual y que, a la ligera, no se puede encasillar dentro del realismo mágico al modo garcíamarquiano. Pensamos, sí, en un cierto apoyo en la concepción carpenteriana de lo real maravilloso (lo extraordinario es parte constitutiva de una realidad cotidiana que la literatura sólo recoge), enriquecido con elementos de cuño contemporáneo como los señalados en párrafos precedentes. Los fragmentos siguientes avalan aspectos planteados en mis comentarios:

«Los inquietaba mi noción del tiempo, que en la isla era loco y errático. En Cariba las circunstancias ocurrían todas a la vez y se resistían a dejarse medir. Las noticias llegaban a veces disparatadas pero lo considerábamos un procedimiento normal de los espejismos del arcano del universo. Hoy moría el hijo de Vincenzo Galileo en Arcetri pero un verano después nos enterábamos de que el santo oficio lo juzgaba y obligaba a retractarse. Mañana los babilonios desvelaban inventando la manera de escribir los números y ayer los misiles de algún imperio estaban cayendo sobre Iraq.» (37).

«Vivíamos entre los alientos de la realidad y la fantasía, que eran lo mismo, y sólo estaba en nosotros gobernarnos por una u otra. Usualmente lo hacíamos con las dos.» (42).

«En el momento de mayor suspenso anímico se dormecía exhausto por la abstinencia y el desvelo, le daba hambre, recordaba la turgencia de un pecho de mujer o se le atravesaba un pedo.» (99).

«Entre sus recomendaciones se ofrecía varias heterodoxas: asociar vudú y rabinismo, desmanear las raíces conexas existentes entre la Biblia y el Popol Vuh (…) desposar a Changó con Jehová y Mahoma en una receta teomística potable, juntar la misa con el candombe ritual, escribir pentagramas para alinear la marimba con el armonio medieval, combinar el pretzel y la tortilla, globalizar en una sola tranca el cayado y la vara municipal indígena.» (177).

«Ciertas cláusulas de sus discursos se hicieron célebres por lo osado, como en las honras funerarias a Lawrence, en que se atrevió a asegurar que la simbiosis cívico mística de su relación con el destino de Cariba era insoslayable. (…) “Soy un presidente de primera en una república de segunda para un pueblo de tercera”, se achaca haber murmurado (…)» (279).

«Amar era suceso de magia, hacer el amor un acto de prestidigitación. [Salvador] Lejano sospechaba que Lyta esperaba lo mismo, que no se interrumpiera, no acabara y la mantuviera en vilo de trapecios por el saldo de la noche hasta consumirse de inanición, pequeña muerte que clamaba a la vida y vida que, según palpaba la mano de ella, de pequeña si que no tenía nada.» (329).

«Selva Madura ansiaba que un cronista narrara estos momentos para gozar luego los detalles pues el turbión de sensaciones no se dejaba administrar: este era el Salvador bífido de succiones accidentadas, el Salvador de garra trincada en sus posaderas exuberantes, Salvador de pelvis dúctil y marea infinita, gran prolongador o timbalero de pausas marcadas en el pentagrama, Salvador que llamaba a la puerta sin ingresar como consultando el enigma y sus divagaciones seculares, Salvador cercano mientras la repasaba por detrás y la invadía por delante con suave elegancia, su mano izquierda en la vanguardia y la derecha en la posteridad, y así anduvieron buen rato sin arribar a ninguna parte, compañeros de viaje, hasta que Lyta percibió que Salvador le peinaba las oscuridades y se llevaba los dedos a la boca para sorber con engolosinamiento perturbador, robándole la savia, tanta perversión era demasiado.» (330).

Elemento constante es la intertextualidad. Un diálogo con otros textos o con el pensamiento de autores emblemáticos de América: José Vasconcelos («la raza cósmica»); Rubén Darío («la fanfarria de roncos olifantes»); José Martí («aire de pato quemado con que la rosa blanca de Chepito Martí se incineraba y despedía el ánima»); Antonio Machado («este que hacía caminos al andar»); José Asunción Silva («en una sola sombra larga»); Pablo Neruda («mascarones nerudianos»); Silvio Rodríguez («rabo de nube»); Froylán Turcios («mágica rima de bronce»); Carlos Fuentes (los novelistas: «trujamanos carlofuénticos de la realidad»). Generalmente, referencias como las indicadas funcionan con intención paródica. En este sentido, el objetivo lúdico o humorístico opera si el lector tiene presente el discurso evocado. El autor se mueve, con soltura, en el campo de la metaliteratura.

Una de las parodias más importantes es el episodio de Crista Meléndez, revolucionaria que lucha por la libertad de Santa Cariba. Traicionada por Iscario, después de morir en forma ignominiosa, resucita al tercer día: evocación de lo bíblico como elemento constitutivo de América y/o probable referencia al trasfondo cristiano en la entrega desinteresada de miles de revolucionarios que, inspirados o guiados por la teología de la liberación, murieron en las luchas insurgentes. Piénsese en la imagen del Ché Guevara que, en mensajes icónicos de amplia difusión, se ha representado cargando la cruz de América Latina.

Por otra parte, el tono lúdico, el humorismo permanente o el aluvión verbal (imágenes, metáforas, largas series enumerativas, hipérboles, antítesis, juegos de palabras, neologismos de creación personal, vulgarismos, etc.), en ningún momento pueden ser calificados de escapistas. Julio Escoto sigue fiel a una línea de trabajo de indudable raíz ética que ha mantenido incólume a lo largo de su amplia trayectoria literaria: considerar a la literatura como mecanismo de conocimiento y de dilucidación del mundo. Ningún aspecto esencial de la problemática general de tipo humano (el amor, la muerte, el tiempo…) o específicamente latinoamericana (explotación humana, saqueo de la riqueza por parte de las grandes corporaciones multinacionales, tiranías, represión, intolerancia, luchas insurgentes; aparente fracaso de las mismas; problemática subyacente en torno al concepto de identidad nacional, etc.) escapa a su incisiva mirada. Y lo hace con mecanismos relativamente novedosos. Abrevando en la rica fuente de la mejor literatura del siglo XX (especialmente la exacerbación neobarroca), le adiciona técnicas o recursos que encontró, revitalizó o consolidó la novelística de las últimas generaciones: la destrucción o relativización del discurso histórico oficial; la aplicación de diferentes formas de intertextualidad y la carnavalización del relato.

El Génesis en Santa Cariba representa un salto de calidad en la novelística de Julio Escoto. Rotas las trabas miméticas, el autor dejó que el lenguaje lo invadiera. Permitió que la imaginación careciese de cortapisas y se enrumbara por los más intrincados laberintos del idioma para elaborar una novela que, aunque desconcierte por no acomodarse a patrones racionales y de contención lingüística, trasciende la problemática hondureña y se planta, con soltura y pleno dominio del arte narrativo, en un mundo tan amplio como el Caribe: cruce de mundos, confluencia de culturas. Hervidero humano en construcción constante, en definición siempre inacabada de las líneas básicas de su propia Historia. Y, nadando contra corriente —más allá de tendencias de última generación que proscriben o minimizan el asedio de la realidad por parte del escritor—, reivindica la pervivencia y necesidad de la confrontación constante con la matriz social a la cual se pertenece. Uno de los tantos caminos en la ininterrumpida construcción de la nunca derrotada utopía.

10 de abril de 2009